Análisis

Andrés Luis Cañadas

El Coto, camino de la Gloria

Y es que, al llegar otro año más la primavera, como canta una letrilla popular, “se alegra el corazón mío, y a todas horas le canto, a la Virgen del Rocío”, cuando las garzas reales, esperan impacientes las carretas, sobre los pinos del Coto, para los romeros jerezanos este singular paraje de la naturaleza, es con toda seguridad el camino de la Gloria, porque nos permitirá acercarnos, a pesar de las dificultades que en el mismo nos salgan al paso, a la que es reina de nuestros corazones, que en su ermita nos aguardará otro año más para ofrendarnos el Pastorcito Divino porque como lo rezamos en el “Ángelus”; “El Ángel del Señor, dijo a María/ de gracia encuentro plena tu belleza/ y siendo como eres, la Pureza/ el Señor – nuestro Dios – a ti me envía/ Y dijo, la doncella Inmaculada/Esclava soy de Dios, porque él lo quiere/ Me honra ser bendita, entre mujeres/ y siente ya mi vientre la llamada/ Ya María, encinta se ha quedado/ La voluntad de Dios está cumplida/ y nacerá Jesús, en caserío/Será, como el Profeta lo ha anunciado/Pobre vendrá, y pobre será en vida/ y Gloria le darán, en el Rocío…”.

Jerez se adentrará en el Coto, ese camino hacia la gloria, donde la mitología afirma que pastaban los toros de Gerión, por entre dunas y pinares, bordeando lagunas enmarcadas por los brezos, saliéndole al paso los juncos y la jara, las eneas, los bayuncos y castañuelas, rodeando las aulagas, atravesando los calveros, para encontrarse , tras el tupido bosque de pinares, la serena y espectacular belleza , la hermosa grandiosidad, de la Laguna del Carrizal, antes de afrontar la ardiente y dorada soledad, que emergerá ante los romeros, al llegar al Cerro de la Raya, a los que compensándoles del cansancio y la fatiga , vendrán a su encuentro la melisa y la mejorana, la salvia y el tomillo, el romero y la adelfa, en aromático saludo…

Saciada la sed con agua fresca o buen vino, se afrontará los cerros del trigo y de los ánsares donde se pondrá a prueba la fe de los romeros que, como en esos pinos a los que apenas las arenas dejarán ver alguna rama, emergerá de la fatiga, triunfando de la debilidad, como el mejor homenaje a la Blanca Paloma, mientras hacia donde la vista se dirija, parecerá que no queda rastro de vida y sin embargo, bajo la naturaleza aparentemente muerta latirá todo un caudal inmenso; insospechado quizá; como ocurre con tanta gente que en el Rocío - aunque algunos puedan pensar lo contrario - encontrarán el fermento que haga brotar de su corazones una fe verdadera y viva…

Todo por Ella, cuyo encuentro se ha soñado durante todo un año, desde que la dejáramos en su Ermita, en la soledad de la marisma, en la anterior romería de Pentecostés y a la que siempre volvemos, anhelando su consuelo, su maternal protección y su ayuda…

Por eso, el camino del Rocío, y desde luego el nuestro lo es, es el auténtico camino de la Gloria.

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