Se está celebrando en Cartagena de Indias, virreinato que fue del Perú y posteriormente de Nueva Granada, el Primer Congreso Internacional para la Reunificación de la Hispanidad. Esta oportunidad geoestratégica de lo hispano en el contexto de la lucha entre civilizaciones se está abriendo paso de modo sorprendente y a gran velocidad. Y no a cargo de cuatro románticos españoles que añoran un Imperio perdido, sino por iniciativa de los españoles de ultramar que cada vez son más conscientes de que fueron históricamente estafados por unas oligarquías criollas, que al servicio del Imperio Británico, los querían desunidos y pobres y así los han mantenido desde hace ya doscientos años.

La ciudad elegida, Cartagena de Indias, no puede ser más simbólica. En ella tuvo lugar una de las mayores victorias militares de toda la historia de España. Con propósito de conquistarla, Inglaterra reunió en 1741 la mayor fuerza naval jamás conocida, compuesta por 186 buques y 27.600 hombres comandados por el Almirante Vernon. Habrá que esperar al desembarco de Normandía, en la segunda guerra mundial, para que esa armada fuera superada. Un mutilado, Blas de Lezo, con 6 barcos y 3000 hombres humilló al Imperio Británico y la hundió en el Caribe. Pero, por ironías de la vida, nuestros hijos son flagelados en los colegios españoles con la historieta vergonzante y adulterada de la armada invencible, sin referencia alguna a que dicha guerra terminó con la derrota de una armada inglesa muy superior en las costas coruñesas.

Esta iniciativa no tiene nada que ver con resucitar un viejo impero. El imperio fue, pero ya no lo es. España es hoy un modesto país de segunda división empeñado activamente en su autodestrucción. Por el contrario, la hispanidad de una civilización fundada en la filosofía griega, el derecho romano y la fe de tierra santa que discurre con la misma legua, es decir, la misma idea desde la Patagonia hasta California. Y su capital no es Madrid, lo será Méjico o Río de Janeiro.

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